Barcelona Modernista,

más allá de Gaudí

Barcelona rezuma modernismo por los cuatro costados. De hecho, resulta prácticamente imposible comprender la personalidad de esta ciudad sin conocer su pasado modernista

Este estilo artístico, principalmente arquitectónico, atraviesa Europa con diferentes nombres, pero con una raíz común. Conocido como Art Nouveau en Francia, Modern Style en el Reino Unido, Liberty en Italia o Jugendstil en Alemania, llegó a Barcelona a finales del siglo XIX y fue fruto de la confluencia de una serie de acontecimientos que provocaron fuertes cambios en la sociedad y, en consecuencia, en la urbe.

Por un lado, la celebración en 1888 de la Primera Exposición Universal de España en la Ciudad Condal supuso un detonante para el desarrollo urbanístico de Barcelona. Surge así el Plan Cerdà, un proyecto de ampliación de la ciudad a lo que hoy conocemos como Eixample (El Ensanche), basado en una estructura de cuadrículas en chaflán. Por otro, tras la pérdida de las últimas colonias, muchas familias burguesas regresan de América inmensamente enriquecidas y dejan constancia de su grandeza mediante la construcción de bellos edificios acordes con su destacada posición.

Hierro forjado, líneas curvas imposibles, formas vegetales, vidrieras de colores o trencadís (aplicación ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos) son algunos de los elementos identificativos de este innovador estilo artístico.

Sin duda, el máximo exponente arquitectónico del modernismo catalán fue Antoni Gaudí. Pero más allá de los monumentos edificados por este genio podemos encontrar otros de gran relevancia, diseñados por ilustres arquitectos como Lluís Domènech i Montaner o Josep Puig i Cadafalch, entre otros, y que han convertido a Barcelona en la ciudad que cuenta con más edificios modernistas incluidos en el Patrimonio de la Humanidad: un total de nueve, de los cuales siete son obra de Gaudí y dos de Domènech i Montaner.

Dado que la obra de Gaudí merece un capítulo aparte, nos centraremos en otras edificaciones representativas de la arquitectura modernista barcelonesa.

Edificios emblemáticos en el Paseo de Gracia

La zona del Eixample concentra la mayor parte de los edificios modernistas de Barcelona y es un lugar ideal para pasear por calles salpicadas de hermosas construcciones. En concreto, el Paseo de Gracia aloja muchas de las residencias más lujosas de la burguesía de la época.

En el número 132 y convertida en un emblemático hotel se sitúa la Casa Fuster, uno de los últimos trabajos de Domènech i Muntaner en la Ciudad Condal. Fue realizada por encargo de Mariano Fuster i Fuster, un caballero de la alta sociedad mallorquina, como regalo a su esposa.

 

El Café Vienés albergó famosas tertulias intelectuales, con figuras tan representativas como el poeta Salvador Espriu.

Finalizada en 1911, fue considerada la casa más costosa de la ciudad por el uso de mármol de gran calidad. Se caracteriza además por sus ventanas trilobuladas y más de 300 capitales decorados con detalles florales.

Alberga también el histórico Café Vienés, utilizado inicialmente como sala de eventos de la familia, posteriormente como punto de encuentro de intelectuales y en la actualidad ofrece maravillosas sesiones de jazz los jueves. Woody Allen lo usó en el rodaje de su oscarizada película “Vicky, Cristina, Barcelona”.

Bajando por el Paseo de Gracia, al lado de la Casa Batlló de Gaudí, en el número 41 se halla la Casa Museo Amatller. Esta construcción de Josep Puig i Cadafalch, discípulo de Domènech i Muntaner, data de 1900 y se construyó por orden de Antoni Amatller. Cuenta con una singular fachada escalonada de inspiración flamenca que incluye esculturas relacionadas con la actividad de su dueño, conocido industrial chocolatero, y esgrafiados con ramas de almendro, símbolo de su apellido.

En 1960 pasa a convertirse en la sede del Instituto Amatller de Arte Hispánico y en 2014 se restaura conservando el mobiliario y la decoración original. Actualmente, se puede visitar.

En el número 35 se ubica otro de los edificios modernistas más interesantes, la Casa Lleó Morera. Junto con la Casa Batlló y la Casa Amatller forma la “Manzana de la discordia”, comprendida entre las calles Aragón y Consejo de Ciento, denominada así por la importante rivalidad profesional que mantuvieron sus tres arquitectos para construir la casa más bella.

La casa se alzó en 1906 con el premio del Concurso anual de edificios artísticos, otorgado por el Ayuntamiento. Edificada un año antes por Domènech i Muntaner, por encargo de Francesca Morera i Ortiz, contó con la colaboración de más de 40 artistas de la talla del escultor Eusebi Arnau o el mosaicista Mario Maragliano y vino a reemplazar una preexistente.

Se hizo una reconstrucción de la fachada, en la que resalta la rica decoración y contiene referencias al apellido de la familia representado por la flor de la morera.


La Casa Amatller, de Josep Puig i Cadafalch, y la Casa Batlló, de Antoni Gaudí, compitieron por los premios urbanísticos del Ayuntamiento de Barcelona y conformaron la “Manzana de la Discordia” junto a la Casa Lleó Morera (de Lluís Domènech i Montaner) y también las menos conocidas Casa Mulleras (Enric Sagnier) y Casa Josefina Bonet (Marcel-li Coquillat).

Casa Amatller y Casa Batlló. Foto: Paz O. Martín

Además, se colocaron balcones de piedra y se realizaron diversas obras en el interior.

En 1943 el edificio sufrió una importante reforma que acabó con elementos relevantes como las esculturas de Arnau.

En esta misma calle, se ubican también otros bellos edificios como el de la Unión y el Fénix, construido por Eusebi Bona Puig y Frederic Marés, y el Palau Malagrida, de Joaquim Codina.

El mayor recinto modernista del mundo

Nos encontramos ante uno de los grandes tesoros del modernismo catalán: el Recinto Modernista de Sant Pau. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997, es el mayor recinto modernista del mundo.

A finales del siglo XIX las instalaciones del Hospital de la Santa Creu resultaron insuficientes por el crecimiento demográfico por lo que se planteó la construcción de un nuevo edificio. Las obras comenzaron en 1902 gracias al banquero Pau Gil, y se adjudicaron a Domènech i Montaner. Sin embargo, el nuevo Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, que finalmente contó con 27 pabellones de los 48 proyectados, no se inauguró hasta 1930.

Lamentablemente, el renombrado arquitecto falleció antes de ver concluida su gran obra y fue su hijo, Pere Domènech i Roura, el encargado de finalizar el trabajo.

En 2009, la actividad asistencial se trasladó a una nueva sede y se inicia un ambicioso proceso de rehabilitación para recuperar el valor patrimonial del recinto. Cuenta con zonas ajardinadas y diversos pabellones modernistas separados, entre los que figura el Pabellón de la Administración, donde se gestionaba la entrada y alta de los pacientes.

Su fachada está coronada por un pináculo y en su interior cuenta con una gran bóveda cerámica. Está adornado por múltiples elementos decorativos como mosaicos, vitrales o elementos de forja. Posee un magnífico vestíbulo principal y diversas salas como la Domènech i Muntaner, la Pau Gil o la Hipóstila, en el subsuelo del edificio, que conecta las galerías que se utilizaban para trasladar enfermos entre pabellones.

El edificio da paso a un gran patio rodeado de pabellones, entre los que resaltan el de Sant Salvador, que fue la unidad de Cuidados Intensivos; el de Nuestra Señora de la Mercè, que se utilizó como servicio de Ginecología y Obstetricia; o el de Sant Rafael, que recrea el funcionamiento de una sala de enfermos en los años 20.

El recinto es hoy propiedad de la Fundació Privada Hospital de la Santa Creu i Sant Pau y se puede visitar.

El Palau de la Música se articula alrededor de una estructura central metálica recubierta de vidrio que permite el paso de la luz natural, dotando al edificio de una mágica belleza

El auditorio más bello

Considerado como uno de los auditorios más hermosos del mundo, el Palau de la Música, también obra de Domènech i Montaner, recibe el título de Patrimonio de la Humanidad en 1997.

Localizado junto a la Vía Laietana en el barrio de Sant Pere, se inauguró en 1908 como sede del Orfeó Català y ha recibido a grandes directores de orquesta como Richard Strauss, Ígor Stravinsky o Pau Casals.

Tanto su maravillosa fachada como su excepcional interior donde se combinan escultura, mosaico, vitral y forja, hacen de este edificio todo un símbolo del modernismo catalán.

Cuenta con diversas salas entre las que resalta la Sala de Conciertos, presidida por un órgano, que presenta una magnífica acústica y cuenta con un lucernario central que representa el sol.

La Sala de Ensayo del Orfeón Catalán es un espacio íntimo adornado por grandes columnas y vitrales y se dedica también a conciertos de pequeño formato y conferencias.

La emblemática Sala Lluís Millet es un área de descanso decorado con magníficas vidrieras de colores.

Por su parte, el Bar del Foyer posee un carácter muy singular gracias a sus arcos de ladrillos combinados con cerámica de color verde y flores de diversas tonalidades.

Actualmente el Palau es propiedad de la Fundació Orfeó Català, cuyo objetivo es promover la música, con una especial atención al canto coral. Para poder disfrutar de esta obra maestra, el Palau ofrece visitas guiadas.

Establecimientos históricos con sabor

Existen en Barcelona diversos establecimientos históricos que aún hoy mantienen su belleza y su atmósfera modernista. Muchos han sido galardonados con la placa “Guapos per sempre” del Instituto Municipal del Paisaje Urbano, que reconoce los locales más emblemáticos.

Muestra de ellos son los centenarios cafés, como el de la Ópera (Rambla, 74), o la Antigua Casa Figueras (Rambla, 83), ahora una pastelería, que cuenta con una bonita fachada decorada con trencadís.

Els Quatre Gats (Montsió, 3), fue punto de reunión de diversos artistas como Antoni Gaudí, el pintor Joaquín Torres o el músico Isaac Albéniz. Asimismo, acogió la primera muestra individual de Picasso en 1900.

También es posible tomar una copa en donde ya lo hicieron Miró, Picasso o Dalí. Hablamos del London Bar (Nou de la Rambla, 34), un establecimiento con aire decadente y ornamentación floral. Asimismo, merece la pena visitar Casa Almirall (Joaquín Costa, 33), un tranquilo bar del Raval considerado uno de los más antiguos.

Otro de los comercios modernistas más significativos es la antigua Camisería Bonet (Rambla 72), dedicado actualmente a la venta de recuerdos.

Las boticas suponen una pieza clave del notable patrimonio modernista de la ciudad. Además de elementos exteriores como vidrieras o rótulos, muchas conservan muebles originales y diversas piezas propias del oficio como balanzas o tarros de cerámica.

Destacan la farmacia Padrell (Sant Pere Més Baix, 52), la más antigua de la ciudad; la farmacia Bolós (Rambla de Catalunya, 77), una de las “más guapas”; o la farmacia Vilardell (Gran Via de les Corts Catalanes, 650), una de las más representativas, aunque ya no funciona como tal.

EL MODERNISMO INDUSTRIAL

Aunque la capital aglutina el mayor número de edificios modernistas no es necesario alejarse mucho de ella para encontrar uno de los conjuntos más singulares: la Colonia Güell.

El eje central de la Colonia fue la fábrica de terciopelos y panas, edificada en 1890. Surgió por iniciativa de su propietario, Eusebi Güell, para proporcionar viviendas a los obreros. Presentaba notables diferencias frente a otras colonias gracias a la incorporación de la corriente modernista a sus edificios.

En 1990, fue declarada Bien de Interés Cultural – Conjunto Histórico, y se comenzó con la rehabilitación de la fábrica, la iglesia, la antigua cooperativa y la plaza Joan Güell.

Sus calles reúnen diversas construcciones modernistas como la Casa del Secretario; la Escuela y Casa del Maestro, Ca l´Espinal, Ca l´Ordal o Can Soler de la Torre, adquirida por Joan Güell y Ferrer para convertirla en la residencia familiar.

Especial mención merece la obra más desconocida de Gaudí, la Cripta Gaudí. Declarada Patrimonio Mundial, es uno de los secretos mejor guardados del arquitecto.

La iglesia se comenzó a edificar en 1908, sin límites presupuestarios, por encargo de Güell. Lamentablemente, seis años después los hijos del mecenas dejaron de financiar las obras impidiendo concluir el proyecto en su totalidad. Gaudí tan sólo llegó a construir la nave inferior. En palabras de arquitecto, si se hubiese finalizado el proyecto hubiera sido “una maqueta monumental de la Sagrada Familia”.

Cripta Gaudí (Colonia Güell). Foto: Paula Martín

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